Brechas que fragmentan nuestros colectivos hay muchas: sociales, económicas, culturales, educativas, lingüísticas, demográficas..., aunque, a pesar de su heterogeneidad, todas comparten un aspecto: en cada caso siempre hay un sector que resulta favorecido, mientras que otro grupo –la gran partes de las veces mayoritario- es excluido y hasta ignorado. La diferencia entre unos y otros reside en las posibilidades de poder acceder a.




Si trasladamos esto al campo de las nuevas tecnologías, reaparece un concepto que desde fines de los noventa viene dando vueltas: nativos e inmigrantes digitales. Mucho y muy bueno se ha escrito al respecto [1], así que no es mi intención explayarme sobre el mismo, sino compartir una pequeña reflexión al respecto repensada desde mi práctica docente.

En principio cabría preguntarse: ¿todos los estudiantes que transitan nuestras aulas son nativos digitales?, ¿esta categoría se circunscribe únicamente a una cuestión generacional?, ¿la brecha se plantea entre estudiantes –nativos digitales– y docentes –inmigrantes digitales-?. Mi respuesta -aunque no original, sí convencida- es no. Y acá retomo mi hipótesis inicial, toda brecha se remite a una cuestión de posibilidades de acceso a, en este caso acceso a las nuevas tecnologías. En primer lugar, estas no son iguales para todos los adolescentes y jóvenes, lo cual está indivisiblemente vinculado a las condiciones socio – económicas, diferencia que en un país donde más del 50 % de la población presenta sus necesidades básicas insatisfechas se ve agudizada. En segundo lugar, el acceso al universo digital no garantiza por si mismo que los usuarios logren una real significación. Es cierto que las nuevas generaciones invierten incontables horas frente a las pantallas, sosteniendo conversiones en el msm, interactuando dentro de redes sociales como el facebook, decodificando imágenes, manipulando sin obstáculos celulares, mp3, mp4, ipod, sosteniendo una multiplicidad de acciones que involucran simultáneamente tanto formas sincrónicas como asincrónicas de comunicación. Son generaciones que se rigen por una lógica y una estética completamente diferente a la de quienes conocimos estas posibilidades ya de adultos. No obstante, y sin desmerecer el desarrollo de estas nuevas formas comunicacionales, hay ausencias importantes en cuanto lo que implica aprehender y apropiarse realmente de la multiplicidad de oportunidades que ofrecen los entornos virtuales.




¿Por qué digo esto? El camino que he recorrido hasta este momento en la implementación de las nuevas TICs me llevó a experimentar con distintas herramientas, entre ellas el uso de edublogs. Lo que suponía sería un dispositivo facilitador, terminó evidenciando enormes dificultades por parte de los estudiantes en acciones que deberían – a mi entender – haber sido familiares: descargar archivos, identificar la información, elaborar comentarios…La brecha entre nativos e inmigrantes digitales trasciende entonces más allá de la cuestión generacional, tiene que ver con la posibilidad –o en la mayoría de los casos imposibilidad - de participar de espacios y situaciones que posibiliten y potencien verdaderos procesos de alfabetización digital. Y en esto, las instituciones educativas no pueden – o no deben – permanecer ausentes.

Y acá aparecen miles de interrogantes. El primero que se me ocurre: ¿cómo encarar este tipo de desafíos si nosotros somos también inmigrantes digitales, y nuestra familiarización con los entornos tecnológicos es aun menor que la de los estudiantes? No es ninguna novedad que es necesario apostar a la formación y a la capacitación, lo cual, es cierto implica esfuerzo e inversión, aunque, de a poco, se puede ir avanzando en este aspecto. Actualmente es posible acceder a una multiplicidad de ofertas on line gratuitas y de calidad [2], es cuestión de organizarse y repensar tiempos y recursos.

Ahora bien, independientemente del manejo –desmanejo – que hagamos de las nuevas tecnologías, es prioritario considerar que incorporarlas a las prácticas pedagógicas, implica necesariamente nuevas formas de concebir el proceso de enseñanza – aprendizaje. Ya no tenemos el control total de la situación –aunque nunca lo tuvimos – previo a iniciar el proceso, ahora vamos aprendiendo con y de nuestros estudiantes. Este hecho conduce a una horizontalidad de saberes maravillosamente capaz de potenciar la educación. ¿A qué docente comprometido con su labor no le atrae la idea de resignificar las situaciones de enseñanza aprendizaje como actos en los que todos aprenden?. Y ojo, que en esto no se pierde en calidad, no se trata de procesos anárquicos, sino de planificaciones abiertas que dejan lugar para la construcción colectiva.

Salvado este punto, podemos también cuestionar –y cuestionarnos – si es pertinente hablar de alfabetización digital en un contexto socio–económico tan desfavorable. No sólo es pertinente, es profundamente necesario. Toda posibilidad, por pequeña que sea, que podamos brindar a nuestros estudiantes para sortear la desigualdad en cuanto al acceso a las nuevas tecnologías es importante. Hasta dónde lo es, no lo podemos precisar, pero estoy convencida de que marca la diferencia. Ya sea porque les da nueva herramientas para desenvolverse por fuera del ámbito escolar, ya sea porque se transforman en invitaciones a aprender.

Obviamente, y en este reclamo no renuncio, no puede concebirse un sistema educativo diferente, si no se piensa en una sociedad diferente. Y para esto se necesitan proyectos políticos que se piensen –y se ejecuten – desde la solidaridad, la equidad y el desarrollo sustentable. Pero este es otro tema, no menos importante, sino por el contrario sumamente prioritario, sobre el cual hay gente mucho más preparada que yo para reflexionar y para escribir. Escapa además al espíritu de este post.

Concluyendo entonces -y para no aburrir a quien llegó hasta aquí en su lectura-, frente a la brecha alfabetodigital, como docentes tenemos dos opciones: esperar que estén dadas las condiciones óptimas para incorporar las nuevas tecnologías a nuestras prácticas –lo más probable que nos llegue antes la jubilación, aun para quienes recién se inician– o comenzar a pensar nuestro trabajo con y desde ellas. “Las nuevas tecnologías ofrecen que nos ayudemos unos y otros en esos recorridos, promueven el reconocimiento de ópticas diferentes, las dificultades o las soluciones a las que otros arriban. Necesitamos enseñar a caminar con el otro, distinto a nosotros, ponernos en su lugar, aprender a apurar el paso y a detenernos. (Edith Litwin - 2005)”.



Tere(sa)


Referencias:

[1] Algunos autores imperdibles para quienes quieren profundizar en el tema: Lorenzo Vilchez, Genís Rocha, Danah Boyd, Alejandro Piscitelli.

[2] Sitios que ofrecen capacitación on line gratuita: Educar, EducaRed, Profesores para el futuro, Aula Virtual, Tiza y PC.